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“En México, la cultura científica es muy pequeña y tenemos que educar a la gente”

jornada.com.mx

El físico Roberto Escudero Derat, pionero en México en el estudio de los superconductores y ganador del Premio Nacional de Ciencias 2022, se siente orgulloso de ser investigador; sin embargo, lo que más le gusta de su trabajo “es educar. Esa es la parte más importante”.

El especialista del Instituto de Investigaciones en Materiales (IIM) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) dijo en entrevista con La Jornada que los equipos que tiene en su laboratorio “son para que los manejen estudiantes y ex alumnos, que aprendan las técnicas”.

Escudero Derat (Parral, 1943) ha escrito multitud de artículos, “y algunos son muy buenos; soy editor de varias revistas. He hecho muchas cosas”, explicó al detallar que entre su producción se encuentran más de 156 textos en publicaciones de prestigio y capítulos en libros.

En torno al importante reconocimiento que le otorgó el gobierno de México en el campo Ciencias Físico-Matemáticas y Naturales, expresó que se siente muy contento: “¡vaya que mucha gente de la UNAM me ha felicitado!”.

Con el monto que le darán por el premio, continuó, arreglará algunos de los aparatos que tiene y mostró a este diario su “tren levitado pequeño”: una maqueta que integra tres hileras de imanes de muy alto campo magnético al que se le coloca un material superconductor que, luego de ser enfriado con nitrógeno líquido, queda suspendido por unos segundos sobre las vías.

El académico dijo con emoción: “Tengo 50 años de ver esto y nunca me canso. ¿No es interesante? ¡Es precioso! ¡Es bonito! Se los muestro a los niños y les encanta. A mí también”.

Comentó que cuando jóvenes de secundaria y preparatoria visitan los laboratorios y les muestra el tren levitado les parece “extraordinariamente interesante. Son fenómenos cuánticos que no se ven en otras partes de la naturaleza. Les digo a los estudiantes: ‘vean eso, es una fuerza cuántica’”.

Escudero Derat fue tajante: “en México la cultura científica es muy pequeña y tenemos que educar a la gente. Estamos deficientes en la educación. Soy muy estricto con mis alumnos”.

El investigador adelantó que nunca se va a retirar, “eso que quede claro. No me pueden jubilar porque soy emérito. Si lo hago, me muero. No, no. Hay que trabajar. Aparte, mi trabajo me gusta mucho”.

El doctor en física por la canadiense Universidad de Waterloo, relató que en su casa tiene una gran biblioteca, aunque casi no lee libros impresos. “Los leo digitales. Me gusta el arte”, añadió, y mostró el recorte de un fresco descubierto en Pompeya, llamado Leda y el cisne que obtuvo en las páginas de La Jornada. Además, contó, tiene ese cuadro en su casa.

Narró que aunque nació en Parral, Chihuahua, sus padres se cambiaron a Guerrero, donde estudió de la primaria a la preparatoria en Acapulco. Ingresó a la Facultad de Ciencias de la UNAM en 1963.

El académico considera que “nunca he sido nada brillante, pero sí soy muy estudioso. Terminé en el 67. Mi padre me mandaba dinero cada mes para vivir aquí en la Ciudad de México. Los viernes salía corriendo a Acapulco para ir con mis amigos a la playa a jugar futbol”.

Al concluir la carrera y tras pasar muy bien varios exámenes en Petróleos Mexicanos, recordó que no le querían dar trabajo porque era físico, “y a los que contrataban era a ingenieros”; por fin lo hicieron y le dieron una beca del Instituto Mexicano del Petróleo. Trabajó en la paraestatal por cinco años y después comenzó a laborar en la UNAM, en áreas como holografía y luego en “bajas temperaturas”. En 1980 hizo su doctorado en Canadá, en superconductividad.

“Soy el único, creo, que hizo un doctorado en superconductividad en ese tiempo en México. En la época de (J. Georg) Bednorz y (Alexander) Müller, cuando se descubrieron las cerámicas superconductoras” .

Ironizó que en uno de sus cursos le pidió al profesor que le enseñara superconductividad. La respuesta fue: “no, Roberto, no vale la pena, ya está en desuso”. A poco de volver a México, en 1985, se descubrieron los superconductores cerámicos; “a raíz de eso el campo ha seguido incrementándose y es un campo vivo, enorme”.

Desde 1989, puntualizó el investigador, comenzó a conseguir los equipos especializados para realizar su trabajo, incluso un presidente de la República le donó un millón de dólares para comprarlos. “Me sobró dinero y se repartió a las facultades de Ciencias y Química, así como al Instituto de Física”.

En un recorrido por los laboratorios, el académico, convencido en el valor de mejorar el acceso a los alumnos mexicanos, mostró algunos de los dispositivos que ha ido reuniendo durante décadas.

Entre ellos está un magnetómetro (usado para cuantificar en fuerza o dirección alguna señal magnética). Fue el primero que llegó a América Latina, dijo Escudero. La capacidad de su bobina superconductora es de 5.5 teslas, es decir, alrededor de 110 mil veces el campo magnético de la Tierra.

También tiene otro aparato con una bobina de 10 teslas, 100 mil Gauss (200 mil veces el magnetismo de nuestro planeta). “Con este puedo medir conductividad térmica y magnética. Funciona perfectamente”.

Además, prosiguió, el IIM cuenta con los mejores equipos que trabajan bajas temperaturas, como algunos para conseguir nitrógeno y helio líquidos: licuefactores, “aunque algunos están descompuestos”. Por eso, el investigador intenta reunir recursos para adquirir un pequeño aparato para conseguir el helio necesario y hacer funcionar los magnetómetros.

También maneja una máquina con una bobina de 17 teslas, con el que hay que tener cuidado por el tipo de campos magnéticos tan grandes que produce: “cuando lo prendes y está arriba comienza a jalar las cosas”.

Dos aparatos más son un “equipo de ultra alto vacío” y un horno de radio frecuencia que adquirió hace 35 años. “Varios de mis estudiantes hicieron su tesis de doctorado con éste. Genera una corriente magnética de alto voltaje y alta frecuencia. Inyecta la corriente a una bobina que caliente un crisol de cobre: la temperatura a la que llegas es del orden de tres mil grados. Hay que tener mucho cuidado”.

El Premio Nacional de Ciencias 2022 reiteró: “hago ciencia básica porque me gusta educar a los estudiantes. Los traigo para que vengan, hagan experimentos, y si no los hacen bien, los regaño”.

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