El ámbito cultural es propicio ‘‘para romantizar y literaturizar la violencia contra las mujeres’’

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En el medio cultural es donde ‘‘se puede romantizar la agresión, se literaturiza; se hacen concesiones al otro ‘porque es muy inteligente, culto, sensible, tiene corazón de poeta, pobrecito: hay que dejarlo que sea mentiroso, agresivo, infiel y poco responsable de sus actos’. Son formas muy graves de violencia que ya no podemos permitir”, sostiene la escritora Ave Barrera a propósito de su novela Restauración.

Esta novela, galardonada con el Premio Literario Lipp 2018, fue publicada recientemente por la editorial Paraíso Perdido.

Esa obra reúne la rescritura del cuento de hadas Barba Azul, que aborda cómo una mujer descubre en una habitación prohibida los cadáveres de las anteriores esposas de su marido, así como ‘‘un diálogo intertextual” con Farabeauf, de Salvador Elizondo (1932-2006), pero retomando esta novela desde la perspectiva del personaje femenino, explica a La Jornada Barrera (Guadalajara, 1980).Refiere que ese trabajo literario ‘‘surge como respuesta un tanto indignada, personal, al estudiar la literatura de medio siglo, acercarme a los grandes maestros mexicanos que dieron forma a mi escritura y darme cuenta de la poca consideración o de la nula voz que tiene el personaje femenino en la mayor parte de sus obras.

‘‘En lo extraliterario, su conducta era de una desconsideración bárbara hacia las mujeres y me sentí provocada por ese tema para dialogar, dar una respuesta no desde la soberbia o desde la rabia, sino cuestionarlo desde nuestro contexto.”

Cómo daña la idea del sacrificio

Ave Barrera examina ‘‘el daño que nos hacemos a nosotros mismos a partir de la idea del sacrificio, de conceder en el amor, de romantizar la violencia y las agresiones pasivas o literales por parte del otro, y por permitir toda una serie de gestos que obedecen a una cultura machista y que desencadenan, como indica el machómetro: el asesinato”.

Para el proceso de rescritura, añade Barrera, ‘‘retomo al personaje femenino en tiempo y contexto diferentes pero manteniendo los aspectos principales: la violencia, la muerte, la actitud de la mujer sumisa que concede al otro el derecho sobre su vida y se deja despedazar, en una metáfora, como en Farabeuf, donde también hay un nivel metafórico importante”.

A diferencia de Elizondo, quien no relata, pues ‘‘se detiene en el tiempo y es una propuesta estética de la poética del instante”, la autora afirma que quiso ‘‘narrar de manera vertiginosa muchos acontecimientos; que toda la novela se mantuviera en tensión a través de todas las herramientas narrativas para construir una trama que mantenga interesado al lector. Conceptualicé mi obra como un biombo de seis realidades o planos distintos; en cada una de las hojas una figura diferente que cuando lo cierras o empalmas se ve una historia y cuando lo vas abriendo se despliegan todas estas historias y capas”. La protagonista ‘‘encarna a la mujer inteligente, sensible, que puede resolver un documento académico o restaurar una casa. Representa a muchas amigas con gran capacidad y sin embargo no se dan cuenta de que ceden demasiado terreno ante el otro, son muy permisivas y deberían apreciar un poco más lo que son; plantar su voz ante el otro para impedir estas agresiones”.

                                                         
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