Desobediencia e indiferencia, los pecados de Lupita González

El caso de la marchista Guadalupe González es un ejemplo de la tormenta perfecta. Ganó un lugar en la élite mundial del atletismo cuando conquistó la medalla de plata en los Juegos Olímpicos de Río 2016, pero sus decisiones, como poner de entrenador a un amigo sin experiencia, y la indiferencia de las propias autoridades deportivas mexicanas le acarrearon una sanción de cuatro años por reprobar un control antidopaje. No irá a Tokio 2020 a pelear por el oro y su carrera está en peligro. ¿Puede apelar? Sí, pero su defensa está sostenida con alfileres…

CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- “Eres una tramposa”, “eres una corrupta”, “compites haciendo trampa”, “te dopaste y vas a ser sancionada…”.

Guadalupe González no entendió ni una palabra de lo que le decían en inglés. Su rostro en el monitor de una computadora la mostraba atónita escuchando al abogado Tony Jackson vociferar a 9 mil kilómetros de distancia en una videoconferencia.

Antes de que la intérprete abriera la boca para traducir lo que el hombre acababa de gritarle, el abogado mexicano Luis Fernando Jiménez se inconformó: exigió con el rostro encendido que no tradujera las palabras de Jackson para que la atleta mexicana no se diera cuenta de la agresión.

Fue uno de los momentos más críticos de la audiencia de 10 horas que González afrontó a distancia el 17 de abril último. Al mismo tiempo en Londres, un equipo integrado por cuatro abogados –los mexicanos Luis Fernando Jiménez y Víctor Espinoza, y los españoles Vicente Javalones y Antonio García Alcaraz, quienes también participaron en una videoconferencia– presentaron los alegatos que desde el principio sabían que, si acaso, servirían para reducir la inevitable sanción.

En una sala de la cafetería Starbucks de la avenida Presidente Masaryk, Guadalupe González estuvo sentada durante horas en su audiencia. En ese lugar respondió pacientemente al interrogatorio del abogado inglés Jackson, quien durante dos horas y con una conducta agresiva la acusó de haber ingerido deliberadamente la trembolona, el anabólico por el cual falló un control antidopaje que derivó en una suspensión de cuatro años que la deja fuera de los Juegos Olímpicos de Tokyo 2020 y podría significar el final de su carrera deportiva.

La atleta mexicana aún tiene la oportunidad de apelar la resolución –ratificada el jueves 9 y dada a conocer el viernes 10– ante el Tribunal de Arbitraje del Deporte (TAS, por sus siglas en francés).

El 17 de octubre de 2018, personal de la Asociación Internacional de Federaciones de Atletismo (IAAF, por sus siglas en inglés) se presentó en las instalaciones del Comité Olímpico Mexicano (COM) donde la atleta se encontraba entrenando. Ahí recolectaron una muestra de su orina que fue analizada en el Laboratorio de Montreal, acreditado por la Agencia Mundial Antidopaje (WADA) y que arrojó 1 nanogramo de trembolona. Por este motivo, González ha estado suspendida desde el 16 de noviembre pasado.

La defensa de Guadalupe González descansa en un alegato: la deportista insiste en que ingirió carne contaminada con trembolona, una sustancia que los criadores de ganado usan en México cuando las reses están en su primera etapa de crecimiento.

De acuerdo con su declaración, enviada por escrito a la IAAF el 23 de noviembre último, González explicó que el 14, 15 y 16 de octubre, los tres días previos al control antidopaje, comió picaña, bistec y cinco tacos al pastor, respectivamente, además de huevos y fruta. Supuestamente, en esa carne estaba el anabólico que se encuentra en la Lista de Sustancias Prohibidas del Código Mundial Antidopaje.

Contradicciones

De entrada, la audiencia comenzó 30 minutos tarde. González no estaba lista a las nueve de la mañana del 17 de abril. Llegó casi corriendo acompañada por su entrenador, Esteban Santos. Se notaba alterada, nerviosa. Aún así se mantuvo estoica. Jackson le preguntó lo mismo de maneras diferentes para orillarla a contradecirse: “¿Cómo llegaste a ese restaurante? ¿Cómo es que comiste a las ocho de la mañana en ese restaurante y después entrenaste?”.

El lugar al que Jackson hacía referencia se llama Las Güeras, un local ubicado a 20 kilómetros del Centro Ceremonial Otomí, cerca de la Presa Iturbide, en el municipio de Isidro Fabela, Estado de México.

Es un negocio a la orilla de la carretera hecho de madera que primordialmente vende quesadillas y tacos de bistec y longaniza. Está a unas dos horas en coche del COM, donde González dijo haber entrenado aquel día.

La Unidad de Integridad de la IAAF, la parte acusadora, presentó el testimonio de un investigador privado, Arturo Colín, de Pentad Security Executive, quien en México se dio a la tarea de acudir a los lugares donde González dijo que comió la carne, así como en el Hospital General de Zona Clínica Familiar 26 del IMSS (en la colonia Roma, Ciudad de México) y, con base en la evidencia que recabó, Tony Jackson interrogó a Guadalupe González en la audiencia.

El chileno Juan Pablo Arriagada fue quien revisó los alegatos de ambas partes y resolvió que Guadalupe González, de 29 años, amerita una suspensión de cuatro años por haber infringido las reglas del Código Mundial Antidopaje que están hechas a imagen y semejanza del derecho privado suizo, donde no existe la presunción de inocencia: un atleta es responsable de las sustancias prohibidas que hay en su cuerpo a menos que demuestre que el consumo no fue intencional. Sólo así puede lograr una reducción del castigo.

La versión del consumo involuntario de carne contaminada con trembolona está agarrada con alfileres. De su puño y letra, Guadalupe González escribió, firmó y envió esa declaración aconsejada por médicos de la Comisión Nacional de Cultura Física y Deporte (Conade).

Dada la existencia de otros casos internacionales y nacionales –como el de la tenista Marcela Zacarías, absuelta en febrero último por haber dado positivo a la misma sustancia– la recomendación que recibió la marchista en la máxima dependencia del deporte mexicano fue responsabilizar a la carne.

Sin embargo, González omitió dos puntos en aquella declaración que fueron clave en la valoración que hizo Arriagada: no dijo que también comió hígado de res y que en esos días, cuando se sometió al antidoping, había incrementado su consumo de carne porque se le detectó anemia.

En su resolución, el juez chileno consideró que Guadalupe González cambió su declaración, cayó en contradicciones y que las facturas de los locales donde supuestamente comió fueron alteradas o diseñadas a modo. El propio dueño del restaurante Picaña Grill así lo reconoció y es irreal que un puesto de comida a la orilla de la carretera, como Las Güeras, pueda expedir una factura.

“La explicación de la deportista de cómo la sustancia entró en su sistema se relaciona con la ingesta de carne. Sin embargo, esta explicación junto con la evidencia no es convincente. La atleta proporcionó versiones contradictorias de los eventos durante los procedimientos que, a su vez, están en contradicción con las pruebas proporcionadas, algunas de las cuales fueron fabricadas.

“El Juez Único apreció ciertos elementos que, incluso considerados de forma aislada, fueron cruciales para considerar favorablemente la versión de la atleta. El considerarlos conjuntamente con la evidencia proporcionada en la audiencia no deja ninguna duda de que la explicación no es confiable.

“(…) Para el Juez Único es sorprendente que en esa carta del 23 de noviembre no dijera que le habían diagnosticado anemia el 4 de septiembre de 2018 y que los médicos le habían dicho que aumentara su consumo de carne, como se mencionó más adelante en su respuesta. Tal tratamiento es un elemento extremadamente importante, ya que fue el origen de la explicación para aumentar el consumo de carne (…) además, la atleta indicó que el 14 y el 15 de octubre había comido 100 gramos de hígado de res para el desayuno, y también el 17 de octubre de 2018 antes de la prueba de control de dopaje, algo que omitió en su carta del 23 de noviembre de 2018.

“Considerando que el hígado puede contener la mayor concentración de trembolona es sorprendente que no lo mencionara el 23 de noviembre. Durante la audiencia, la atleta no explicó por qué no mencionó estos hechos desde el principio (…) al menos podría haber tratado de explicar esta omisión durante la audiencia, pero ella no lo hizo”, indica la resolución.

El juez tampoco consideró válido el argumento de que González no tuvo la intención de usar una sustancia prohibida “porque durante su carrera siempre había dado negativo, antes y después del positivo”, ni tampoco que haya señalado que la trembolona se usa para ganar peso y masa muscular, y no implica una mejora del rendimiento de los atletas de larga distancia que no necesitan aumentar de peso o de masa muscular, sino todo lo contrario.

Para desestimar los alegatos de González y su defensa, Tony Jackson citó a declarar a la investigadora Christiane Ayotte, titular del Laboratorio Antidopaje de Montreal. De acuerdo con su testimonio, el argumento de Guadalupe González es inconsistente porque “considerando la cantidad de carne que comió no es posible que la trembolona encontrada en su cuerpo provenga de carne contaminada, debido al hecho de que su concentración en la muestra de orina es demasiado alta”.

Ayotte refirió que, en efecto, la trembolona no le ayuda a González porque no es su deseo aumentar la masa muscular, pero sí en la recuperación física de la atleta, lo cual, le ayuda a mejorar su rendimiento.

De 2008 a la fecha, cuatro atletas, incluyendo a Guadalupe González, han sido sancionados por haber dado positivo a trembolona: los velocistas Achala Dias, de Sri Lanka, y los rusos Dmitry Khasanov y Maksim Kosuyo. Estos tres también recibieron un castigo de cuatro años.

De acuerdo con los registros de la WADA, en 2017 se detectaron 65 resultados analíticos adversos por trembolona en deportes olímpicos y no olímpicos.

Los abogados de la Unidad de Integridad de la IAAF dijeron en la audiencia que en 2018 se realizaron 2 mil 500 pruebas antidopaje y sólo en 16 el resultado arrojó trembolona, lo cual significa que esta sustancia no es como el clembuterol, que su uso es recurrente para engordar el ganado en países como México y China y sí puede ocasionar que un número de atletas fuera de lo común esté fallando continuamente en los controles antidopaje.

El amigo de Lupita

Guadalupe González apareció en la historia del deporte de México en los Juegos Panamericanos de Toronto 2015, cuando de manera dramática, desplomándose en la meta, ganó la medalla de oro. Es una atleta fuera de serie con un talento innato que de la mano del entrenador Juan Hernández se convirtió en medallista olímpica. En Río 2016, González le dio a México la primera y única medalla en marcha femenil.

En marzo de 2017, la marchista anunció un cambio importante en su carrera: determinó separarse de Hernández y ella misma nombró como entrenador a su amigo Esteban Santos. Antes de competir en el Challenge de Marcha de Ciudad Juárez, González habló con los medios de comunicación a quienes anunció su decisión.

“Ahorita ya me quedé con Esteban Santos, aunque no es un entrenador de nombre ni nada. No es una persona que tiene experiencia como entrenador, porque no la tiene, pero ha estado acompañándome, trabajando conmigo. Tiene conocimiento de la marcha y he puesto mi confianza en él. Sé que va a ser muy cuestionable esta decisión, pero le he dado un voto de confianza. Siento que todos los entrenadores comienzan así, poco a poco”, declaró.

En esa entrevista, González sonreía nerviosa. Levantaba las cejas, miraba hacia otro lado y confesó que ni siquiera le había avisado a los responsables de dirigir el alto rendimiento en la Conade.

“No le he comunicado a la Conade. Yo le di el puesto a mi compañero; él no me lo pidió, yo se lo ofrecí. Eso sí quiero que quede muy claro porque él estuvo apoyándome desde la mitad de 2014 para acá. Yo fui la que le dio la oportunidad. Siento una confianza y espero que todo salga bien. Puede ser que sí, puede ser que no, pero yo confío en que salgan muy bien las cosas”, añadió.

Esteban Santos, de 42 años, fue un alumno de Juan Hernández entre 1988 y 1995. Él mismo ha contado que sufrió un accidente automovilístico que lo alejó de la marcha. Después se integró nuevamente al equipo de Hernández, donde conoció a Guadalupe González. En distintas entrevistas ha declarado que tiene 25 años de experiencia en la marcha, pero éstos no le sirvieron para trabajar correctamente con una atleta de élite. No cuenta con ninguna clase de estudio que lo avale como entrenador. Su trabajo es meramente empírico.

Una mujer aislada

Desde que Santos se convirtió en el entrenador de González, la atleta se alejó por completo de la Conade. Él rechazó trabajar con un equipo multidisciplinario, tampoco aceptó un médico –ignoró a los dos que le asignaron en el Estado de México–. La subcampeona olímpica tampoco entrena bajo la vigilancia de un nutriólogo ni psicólogo. Sólo una fisiatra se encarga de atenderla para evitar las lesiones.

Durante los dos últimos años Santos ha sido su sombra y la única persona que tiene contacto con ambos –de vez en cuando– es el metodólogo Daniel Moncayo porque están obligados a presentar su programa de entrenamiento y metas, si quieren recibir las becas que el gobierno federal les otorga vía el fideicomiso Fondo para el Deporte de Alto Rendimiento (Fodepar) y que no les han sido retiradas, pese a que la sanción comenzó desde el 16 de noviembre pasado.

Así, la comida que consume González la decide el entrenador, también los suplementos alimenticios y medicamentos que toma. Ninguna autoridad deportiva está vigilante y al tanto de qué come o qué toma la subcampeona olímpica.

De acuerdo con especialistas consultados, la ingesta de un suplemento alimenticio contaminado pudo causar el doping, lo cual tampoco la exime del castigo y también haría responsable a su entrenador.

En buena medida por eso los alegatos de Guadalupe González son insostenibles, porque los integrantes de la Unidad de Integridad de la IAAF y el propio juez Arriagada no creen la versión de que una atleta de su categoría haya sido diagnosticada con anemia así, al garete, que no haya sido atendida por un médico del deporte y que la solución a esa deficiencia haya sido comer más carne en puestos callejeros.

“El Juez Único desea señalar que la explicación médica dada por la atleta tampoco es confiable. Primero, no se refirió al diagnóstico de anemia en su carta del 23 de noviembre de 2018. Si tal diagnóstico fuera verdadero, es difícil entender o encontrar una razón por la cual no se refirió a él. Además, no consultó con el médico de su equipo técnico si el diagnóstico y el tratamiento indicado eran correctos. Esto no parece razonable considerando que es una atleta de alto nivel y experimentada, en particular cuando un médico especializado en medicina deportiva tendría un conocimiento más especializado y conocería los riesgos de ciertos tratamientos en relación con las sustancias dopantes.

“Además, el formulario del hospital (clínica 26) indica que la atleta debería haber acudido a un nutriólogo, pero ella no dijo nada al respecto. Además, el profesor D’Onofrio (uno de los testigos) proporcionó un informe que no fue objetado por la atleta donde explica que no es posible hacer un diagnóstico de anemia con sólo una gota de sangre extraída de la oreja de la atleta y este diagnóstico fue inconsistente con el análisis previo realizado por la IAAF.

“Finalmente, la atleta no recordó las circunstancias en cuanto por qué fue al hospital. Por lo general, uno recuerda las circunstancias la primera vez que experimenta síntomas importantes”, agrega la resolución.

Hacen lo que quieren

En una entrevista concedida a esta reportera en diciembre de 2016, el subdirector de Calidad para el Deporte, Valentín Yanes, quien debió estar al tanto del trabajo de Guadalupe González y Esteban Santos, reconoció que muchos atletas mexicanos se toman la atribución de elegir a los integrantes de sus equipos multidisciplinarios y proponen los nombres de entrenadores, preparadores físicos o cualquier otro especialista sin elegirlo de manera adecuada. La Conade, bajo presión, se ve obligada a aceptar.

“Nos piden cosas que no queremos darles, pero la presión es insostenible. Estamos trabajando en arreglar eso. Está muy arraigado desde que Noé Hernández ganó plata en marcha (Sidney 2000) y puso a su novia de entrenadora. Jamás volvió a ganar nada. Si nos oponíamos al subcampeón olímpico hubiéramos volado todos. Hay varios casos.

“Los medallistas olímpicos y paralímpicos son una voz pública de peso. A Paola Espinosa no le podemos imponer un entrenador porque no lo va a aceptar y puede decir que no tuvo resultados porque no le dimos el entrenador que quería. Nosotros no estamos aquí para complacer atletas, pero lo hemos hecho”, confesó Yanes en aquella entrevista.

Este reportaje se publicó el 12 de mayo de 2019 en la edición 2219 de la revista Proceso

                                                         
Compartir