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A la vista de los vertiginosos cambios tecnológicos, es necesario medir y definir el analfabetismo con nuevos parámetros, pues en la actualidad ya no basta con saber leer o escribir en papel, señaló Marina Kriscautzky Laxague, coordinadora de Tecnologías para la Educación de la Dirección General de Cómputo y de Tecnologías de Información y Comunicación de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
La investigadora aseguró que carece de veracidad “la idea de que los niños de ahora, por su naturaleza, traen un chip que les facilita el manejo de las nuevas tecnologías”. Estas habilidades, añadió, son resultado de su entorno y se aprenden. Citó como ejemplo que la mitad de la población del planeta no tiene acceso a Internet, con lo cual se abre cada vez más la brecha de desigualdades y de falta de oportunidades. En México, 60 por ciento de las personas puede utilizar esa tecnología, pero esto significa, también, que hay 40 por ciento de mexicanos que no la tiene y está en abierta desventaja.
Además, destacó que ese promedio de 60 por ciento no es igual en todas las regiones, pues hay estados, sobre todo los del sur, que tienen un porcentaje mucho menor: en Chiapas apenas 11 por ciento puede usar esa tecnología.
En entrevista con La Jornada, la doctora en ciencias y especialista en investigación educativa señaló que el concepto de alfabetización, que suele referirse al dominio del alfabeto y a las habilidades básicas de lectura, debe definirse hoy con otros parámetros, pues el concepto es histórico y cambia conforme lo hace la sociedad.
Así, en algún momento de la historia era suficiente saber firmar, y escribir el nombre propio a principios del siglo XX era necesario para poder participar de la vida cívica y social. Pero en los inicios de este siglo ya no es suficiente escribir y leer en papel, explicó la especialista, pues ahora esta habilidad involucra obligadamente relacionarse con la información digitalizada.
Kriscautzky Laxague, quien está al frente del proyecto de H@bitat Puma, que tiene la tarea de incrementar los conocimientos y habilidades en tecnologías de la información y la comunicación de los estudiantes y docentes de la UNAM, comenta que no podría decirse que alguien que no sepa leer y escribir en pantalla esté plenamente alfabetizado.
Pero, aclara, no es sólo leer en pantalla, sino, cómo en este mundo con exceso de información impresionante se es capaz de seleccionar la información que se necesita y decidir cuál sirve y cuál es confiable.
En ciertos ámbitos, explicó, es crucial tener esa capacidad de discriminación de información confiable. Añadió que desde la aparición de Internet las personas han consultado cuestiones médicas, pero a partir de lo que encuentra en la red una persona puede tomar las peores decisiones: Entonces, saber si es confiable la página que yo estoy consultando es indispensable.
Junto con la doctora Emilia Ferreiro, integrante emérita del Departamento de Investigaciones Educativas del Centro de Investigación y Estudios Avanzados del Instituto Politécnico Nacional, Kriscautzky Laxague publicó un artículo en el más reciente número de la revista Perfiles Educativos de la UNAM, sobre un estudio que muestra cómo alumnos de nueve a 12 años con acceso a Internet en la escuela enfrentan el reto de evaluar la confiabilidad de la información.
Determinar la confiabilidad de la información es un problema del que tradicionalmente se ocupaban los editores de los textos de estudio; sin embargo, en Internet esta responsabilidad recae en los lectores y constituye uno de los quehaceres del lector actual, señalan la investigadoras en la revista editada por el Instituto de Investigaciones sobre la Universidad y la Educación de la UNAM.
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