Los casi 10.000 solicitantes de asilo en Estados Unidos van perdiendo la esperanza y comienzan a regresar a su países
La crisis migratoria de México es también una guerra de palabras. ¿Bad hombres o refugiados? ¿Procesos de salida de inmigrantes irregulares o deportaciones? ¿Estaciones migratorias o centros de detención? El último término polémico es retornados. Se le ocurrió a un funcionario mexicano para diferenciarlos de los repatriados —los que son devueltos a su país de origen— y de los que se acogen al Protocolo de Protección al Migrante, un tecnicismo con el que Washington ha impuesto, primero de facto y luego de modo consensuado, que las personas que pidan asilo en su país sean inmediatamente enviadas de vuelta a México para que esperen allí el resultado del proceso.
Casi 20.000 retornados han llegado desde primavera, la mitad de ellos a Ciudad Juárez, poniendo a prueba la resistencia de los migrantes y la capacidad de una de las ciudades más violentas del país, que hace un año apenas tenía dos albergues y donde una cuarta parte de la población es pobre.
El albergue El buen samaritano tiene espacio para 60 personas, pero está cobijando a 105. El resto de los 13 centros están igual de saturados. En el patio del albergue, Juan Rodríguez, 37 años, intenta inflar la rueda delantera de la bici azul y rosa de su hija de nueve años.