También sobresale (en Boston, sin duda, aunque extraordinariamente el Boston Globe no apareció el jueves pasado por falta de impresoras) los cambios de la “bostoniana“ General Electric. También se expande en México. Incluso en servicios de salud. No dejan de llamar la atención –asimismo– la pérdida de mercado de Uber y los cambios de su directiva. O el “relanzamiento“ de la industria automotriz que anuncia Trump, y que se expresa en unos cuantos cientos de empleos recuperados de otros países. México, sin duda, nuevamente atacado por la retórica de la Casa Blanca. Y el apoyo
a este relanzamiento con la salida de los Acuerdos de Cambio Climático de París. De ahí el cuestionamiento que hace el mismísimo secretario de Energía –Rick Perry, ex gobernador de Texas– del efecto de las emisiones de CO2 en el calentamiento global. Pero sigamos con los datos recientes de la economía vecina. Se presenta y debaten continuamente. Boston Globe, The New York Times, Washington Post, The Wall Street Journal. Incluso en USAToday que acaba de publicar un cuidadoso reportaje sobre la precariedad del trabajo y las severas condiciones de explotación de los conductores de camiones de carga. Muchísimos de ellos inmigrantes. Mexicanos la mayoría. Por esto, entre otras cosas, además de la inminente regresión del Obama care se percibe una precariedad laboral y social crecientes. Enmedio de dificultades económicas que no se superan.
¡Y es que no acaban de recuperar la senda del crecimiento! Datos oficiales recientes confirman un estancamiento económico relativo. Desde mayo de 2010. ¿Es decir? Pues que una vez superada la retracción terrible de 2008 y 2009, el crecimiento posterior ha sido raquítico. Varios indicadores lo confirman. Los ahorradores –como bien indicó este miércoles el querido Alejandro Nadal– reciben rendimientos negativos. Los inversionistas de bolsa pagan cuotas extraordinarias
por activos que adquieren, artificialmente sobrevalorados. Los compradores empobrecidos
como pocas veces. Así, las apologías que defienden una recuperación sustentada en la demanda interna no dejan de sorprender. ¿Esto de los rendimientos negativos es fenómeno nuevo? ¿Quién sabe?
Un brillante compañero –recientemente y a propósito de la aparición de precios negativos de electricidad en algunos mercados eléctricos mayoristas– la caracterizó de manera coloquial. Se cobra por no producir electricidad
. ¡Gran paradoja en un mundo que exige energías limpias! ¡Precios negativos de energía eléctrica! Y se paga por no guardar el dinero debajo del colchón
. Y por adquir activos menos corrosivos y tener una mejor
reserva de valor. ¡Rendimientos negativos en banca y en bolsa! Atrás de esto –insistía nuestro brillante profesor Ruy Mauro Marini, cuya presencia se extraña en el mundo de la reflexión crítica– siempre está la economía real. Incluso más –aseguraba Ruy– las condiciones de explotación de la fuerza de trabajo. Y su expresión en las relaciones entre las clases sociales. Más aún, entre las economías nacionales. No se explica la superficie sin ver más a fondo. Y es cierto. Lo describen esas notas periodísticas recientes. Y lo confirman datos de agencias oficiales. ¿Síntesis? La producción industrial registra crecimientos anuales (mes de un año contra mismo mes del año anterior) relativamente mejores. Positivos. Pero limitados. Apenas en febrero de 2017 se cortó la racha de 21 meses de tasas negativas de crecimiento en la producción industrial. Sí, negativas. Luego, por cierto, de ocho meses de crecimientos positivos cada vez menores. ¡Acá no se alegra nadie con ello! Casi tres años de relativo estancamiento. Y luego de la terrible crisis de 2007 y 2008. No hay duda. Es cierto que de febrero a mayo de este 2017 ya hay crecimientos positivos. Y, sin embargo, erráticos. No superan 2 por ciento. Insisto. ¡Nadie se alegra! ¡El debate social se extiende! Mas si consideramos –datos oficiales dixit– que la producción industrial actual es aún inferior a la máxima histórica de noviembre de 2007. Sí, la de hace casi 10 años. Se han vivido –se viven– 10 años con dificultades enormes. Con precariedad creciente. Y, algo peor, propio de estas economías. El proceso de instalación de activos no se detiene. Ese sí no. Justo por la dinámica financiera regresiva.
¿Indicador esencial? Capacidad industrial total. Desde septiembre de 2011 no deja de fortalecerse. Ritmo moderado pero aparentemente virtuoso. Se convierte en vicioso por una producción industrial que no despega. ¡Mayor presión a la economía! Enorme si pensamos en una rentabilidad general que se mide contra esos activos totales. Con la paradoja de una capacidad ociosa que se incrementa.
Termino con una primera plana del Boston Globe en la que indica que uno de cada cinco estadunidenses que ronda los 65 años no se puede jubilar. Justo para respaldar su gasto en salud, en muchos casos con enfermedades neurodegenerativas. Lo que nos faltaba. ¡Precariedad de salud! Y más grave el asunto por esa inminente modificación del programa de Obama. Lamentablemente para los trabajadores de este vecino país. Sin duda.
NB: ¡Enorme abrazo a Alejandro Nadal y a su familia!