El peruano buscó censurar el hecho y trató de que no se publicara la pelea, pero para su mala fortuna, se lo propuso a Julio Scherer García, quien publicaría un día después el desencuentro entre los integrantes del «boom latinoamericano». Esta es la historia…
CIUDAD DE MÉXICO (apro).-La noche del 12 de febrero de 1976 ocurrió el golpe que terminó con la amistad de los escritores Mario Vargas Llosa y Gabriel García Márquez. El peruano buscó censurar el hecho y trató de que no se publicara la pelea, pero para su mala fortuna, se lo propuso a Julio Scherer García, quien publicaría un día después el desencuentro entre los integrantes del «boom latinoamericano». Esta es la historia…
Durante el preestreno de la película La odisea de los Andes en Ciudad de México, García Márquez recibió un puñetazo que lo arrojó directo al suelo. “Esto, por lo que le hiciste a Patricia en Barcelona”, aseguran que fue lo que gritó Vargas Llosa.
Existen múltiples versiones sobre el hecho, algunas especulaciones afirman que García Márquez pretendió seducir a Patricia Llosa, la esposa del autor de Conversación en la Catedral.
En 2007, el fundador de Proceso, Julio Scherer García publicaría La terca memoria, ahí reveló un pasaje inédito sobre el hecho:
En el doble cumpleaños de Gabriel García Márquez y Cien Años de Soledad, la vida del escritor fue recordada hasta la minucia. Ya nada nuevo podría decirse acerca del Gabo, pero existía recurso para eludirlo, Reinventó el idioma, una manera de reinventar el mundo, lo sabíamos todos, pero habría que releer su obra hasta repetir de memoria páginas enteras.
Inevitable en algunos medios surgió la fecha aciaga: el 12 de febrero de 1976, día del puñetazo de Vargas Llosa en el mentón del Gabriel García Márquez, su mejilla sangrante, su larga humillación, derribado sobre una alfombra de la Cámara nacional de la Industria Cinematográfica.
En el suplemento cultural de El Universal, Confabulario, el 14 de marzo pasado, Rafael Cardona se ocupó del suceso. Cuenta, en el centro del escándalo, que Vargas Llosa le dijo, con voz de jefe:
—Tú te encargas que esto no se publique.
—Mario, eso es imposible. Ven. Si quieres te pongo en el teléfono a Julio Scherer y se lo pides tú. Yo no me atrevo (María Idalia y yo trabajábamos en el diario y yo había pedido permiso para ser un efímero jefe de prensa en la malhadada función que presentaba Odisea en los Andes, la película de Covacevich).
“En medio del barullo salimos enfrente, a la calle de Sinaloa y Oaxaca, a un restaurante alemán con duendes de cerámica pintados como enanos de Walt Disney y lamparitas verdes en la entrada.
—Don Julio, mire, déjeme decirle –y le conté todo a gran velocidad.
—¿Y qué espera para escribirlo, don Rafael?
—Bueno, mire, aquí está Vargas Llosa y quiere decirle algo…
El célebre autor de Conversación en la Catedral empezó otra conversación. Conforme hablaba, su rostro se iba ensombreciendo. Apenas murmuraba un “bueno, Julio, sí, pero […] sí, no me digas”.
“En ese momento me percaté de algo sorprendente: por debajo de las axilas y a pesar del forro, el sudor había empapado su fina gamuza”.
—Sí, te devuelvo a Cardona, dijo Vargas Llosa.
Tomé la bocina de Vargas Llosa y la tapé con la mano.
—¿Qué pasó, Mario?
—Me jodió.
—¿Cómo?
—Me dijo: “Cuando no quiera que las cosas se publiquen, don Mario, no las haga en público”. Eso fue todo.
Esa noche del 12 de febrero, recibí muchas llamadas telefónicas. Excélsior no debía solazarse en suceso tan lamentable y, en todo caso, convenía desangrarlo en páginas interiores.
María Idalia firmó en primera plana, a tres columnas:
Mario Vargas Llosa derribó anoche de un puñetazo a Gabriel García Márquez. El resultado fue una mejilla sangrante y el ojo izquierdo morado. Todo ello mientras un grupo de periodistas esperaba la exhibición privada de Odisea de los Andes, en la Cámara Nacional de la Industria Cinematográfica.
No hubo explicación previa. Vargas Llosa hablaba en un salón privado con esta reportera, sobre su participación como guionista de la cinta. El autor de Cien Años de Soledad entró en el lugar y abrió los brazos con intención de saludar a nuestro interlocutor, que interrumpió su frase para lanzarle el golpe.
Hubo desconcierto en la Cámara Nacional de la Industria Cinematográfica (donde, por cierto, se había quemado el motor del proyector). Las personas que se encontraban en el salón veían incrédulas a un hombre tirado en el suelo, confundido con la alfombra y tapándose la cara con las manos. Era Gabriel García Márquez, que vestía pantalón color vino y chamarra de lana a cuadros rojos y negros. Vargas Llosa decía:
¡Cómo te atreves a querer abrazarme después de lo que hiciste a Patricia en Barcelona! ¡No quiero volver a saludarte siquiera, porque no es bien nacido aquel que trata como tú lo hiciste a la esposa de un amigo…! ¡Y sobre todo en la situación en que Patricia y yo nos encontrábamos en Barcelona!
García Márquez no respondió. Vargas Llosa decía al editor Guillermo Mendizábal: “¡Saquen de aquí a este majadero!” Y nuevamente al escritor: “Y ni siquiera le has dado disculpas todavía”.
García Márquez trató de iniciar un: “Pero escúchame…” Y fue sacado del sitio por algunas personas que se percataron del incidente.
Dos días después del puñetazo, García Márquez telefoneó al fotógrafo mexicano Rodrigo Moya y le pidió que le hiciera unos retratos para que quedara constancia de las heridas. Las fotografías, publicadas por primera vez en marzo de 2007, reposan en el archivo del Centro Harry Ransom de la Universidad de Texas.
Nunca se supo qué llevó a ciencia cierta a Vargas Llosa a agredir a García Márquez.
Incluso se publicó un libro y una novela gráfica sobre el suceso. En 2019 se publicó ¡Boom! Historia de un puñete (Estruendomudo), novela gráfica con el guion del escritor Carlos Enrique Freyre y las ilustraciones de Eduardo Yaguas y Jugo Gástrico (Rocío Urtecho); en 2023 vio la luz Los genios de Jaime Bayly.
El secreto hasta la tumba
En 1993 Vargas Llosa fue cuestionado por Armando Ponce, reportero cultural de Proceso sobre la pelea con «El Gabo».
–Después del pleito, ¿se han vuelto a ver?
–No, no lo he vuelto a ver nunca más.
–Se habla de que el conflicto entre ustedes fue político.
–No es verdad, eso no es cierto. Fue un diferendo de tipo personal.
García Márquez murió en 2014 y después de tres años de silencio habló al respecto en una entrevista.
-¿Cómo recibió la noticia de su muerte?
“Con pena. Como la muerte de Cortázar o de Carlos Fuentes. No sólo eran grandes escritores, sino que fueron grandes amigos. Descubrir que soy el último de esa generación es algo triste”.
El origen de la disputa permaneció como un misterio.
El año pasado Vargas Llosa ofreció una rueda de prensa y anunció que se llevaría el secreto a la tumba.
«Es un pacto entre García Márquez y yo. Él lo respetó hasta su muerte y yo haré lo mismo».