De Argentina a México, uno de cada 4 jóvenes se casa o empareja informalmente antes de los 18 años, a pesar de que cada vez más países en Latinoamérica tienen leyes contra las uniones tempranas
No más escuela, amigos ni la experimentación típica de la juventud; cuando una adolescente se casa, los sustituye por la responsabilidad con el hogar, el marido y los hijos.
Así es la historia hoy de unos 650 millones de mujeres y jóvenes en todo el mundo que se casaron cuando eran niñas. América Latina y el Caribe alberga cerca del 10% de ellas, de acuerdo con datos del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef). También en la región, el 25% de las jóvenes se casan o entran en una unión doméstica informal antes de los 18 años.
De hecho, para 2030, si las tendencias actuales continúan, 20 millones de niñas latinoamericanas y caribeñas más estarán en esa misma condición. Entre las posibles consecuencias están el aumento en los riesgos a la salud, más hijos, evasión escolar, salarios bajos en la edad adulta, menor autonomía y mayor riesgo de violencia a manos de su pareja.
A pesar de estas sombrías perspectivas, América Latina y el Caribe es una de las regiones que más avanzó para proteger a las niñas contra el matrimonio infantil. Según el Banco Mundial, desde 2015, países como Brasil, Costa Rica, El Salvador, Ecuador, Guatemala, Honduras, México, Panamá y Trinidad y Tobago hicieron reformas para mejorar la legislación.
Erradicar el matrimonio infantil está entre las metas previstas en el Objetivo de Desarrollo Sostenible número 5 de las Naciones Unidas para el año 2030. Por lo tanto, una serie de estudios recientes se han centrado en el tema, examinando, entre otros factores, el poder de las leyes.
Aunque la edad legal para el matrimonio de niñas es de 18 años (o más) en todos los países de América Latina y el Caribe, en muchos hay excepciones que permiten a las niñas casarse a los 16 años o antes, con el consentimiento de los padres o una autorización judicial. En Venezuela y Guyana, por ejemplo, todavía se permite la boda a cualquier edad si la joven está embarazada.
En Brasil, aunque una reforma implementada en marzo de 2019 ha eliminado permisos que permitían el matrimonio antes de los 16 años, es posible casarse entre los 16 y los 18 años con autorización de los padres o de un juez. “Además, no existen sanciones legales para los involucrados en matrimonios infantiles y la ley no prevé la opción de anular esas relaciones”, informa el reciente estudio Matrimonio en la Niñez y la Adolescencia: La Educación de las Niñas y la Legislación Brasileña, del Banco Mundial.
Otra ausencia en la legislación de Brasil, y de otros países de América Latina y el Caribe, es la que contempla la vida en concubinato de las chicas. “Las uniones tempranas no matrimoniales son más frecuentes que el matrimonio formal y legal. Según los datos disponibles, la proporción de uniones no matrimoniales representa más de 60% de todos los matrimonios y uniones tempranas en la región”, según el informe Acelerar las Acciones para Erradicar el Matrimonio Infantil y las Bodas Precoces en América Latina y el Caribe, de Unicef.
Además de las leyes, falta concientización.
“Para que la ley sea eficaz, es fundamental que las jóvenes y sus familias la conozcan. Incluso en países con leyes adecuadas, las uniones informales ocurren por debajo de la edad mínima y muchas veces las propias familias no saben que están cometiendo una violación. Esto ocurre, en parte, debido a la falta de información y fiscalización, pero también a factores económicos y a normas culturales y sociales que perpetúan la práctica”, comenta la abogada Paula Tavares, del Banco Mundial, e integrante del equipo de autores del informe Matrimonio en la Niñez y la Adolescencia: La Educación de las Niñas y la Legislación Brasileña.
Educación y más
Existe, por ejemplo, una relación entre los casamientos precoces y la pobreza. Algunas jóvenes y sus familias todavía ven el matrimonio como una forma de garantizar seguridad, incluso económica.
Las uniones prematuras también están directamente ligadas al embarazo en la adolescencia. “El matrimonio es visto como una forma de proteger a la niña de esa situación fuera de una relación estable, o, en caso de que ya haya ocurrido, velar por su reputación y la de la familia. En la práctica, el matrimonio no protege y, muchas veces, acentúa esas cuestiones”, evalúa Paula.
En vista de que son varios los factores que influencian el matrimonio a edades tempranas, es necesario tomarlos todos en cuenta a la hora de elaborar medidas para corregir esta práctica. El informe presenta algunas de ellas y sorprende al revelar que, en el caso específico de Brasil -donde se basa el estudio-, a pesar de que en todos los estados ha aumentado el nivel de escolaridad de las niñas, solo cerca de la mitad registró una caída en las tasas de matrimonios. Y esta reducción no fue destacada.
Esto nuevamente muestra la importancia de enfrentar las normas sociales limitantes y la falta de oportunidades económicas. El estudio del Banco Mundial cita algunos programas realizados en África y América Latina con el objetivo de desarrollar habilidades cognitivas, socioemocionales y técnicas, transformar normas sociales y ampliar el conocimiento sobre perspectivas de trabajo y oportunidades económicas para las adolescentes. Todas las iniciativas podrían ser replicadas en Brasil.
“Algunos programas funcionan mejor que otros para aplazar el matrimonio y la maternidad y aumentar el nivel de escolaridad de las niñas, pero todas las categorías ofrecen beneficios”, según el reporte. “Acciones basadas en la comunidad, con la participación de hombres y líderes comunitarios, además de las mujeres, también pueden ser útiles en el enfrentamiento de este desafío”, agrega la experta.
Sin inversiones en esas áreas, la adolescencia seguirá siendo un tiempo de pocas oportunidades y muchos riesgos para las niñas de Brasil y del resto de América Latina.