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MONTERREY, N.L. (apro).- Hotel Mumbai: El Atentado (Hotel Mumbai, 2019) provoca rabia, impotencia e indignación.
La serie de atentados terroristas que lastimó el corazón financiero de la India, es un evento en el que se reunieron, en escala mayor, el heroísmo y el sacrificio pero, también, la estupidez criminal, en forma del fanatismo y, la ineptitud del gobierno que no sabe cómo reaccionar ante un ataque a gran escala sobre gente inerme.
El director y coguionista Anthony Maras hace una película intensa que parece un suplemento de nota roja internacional, con imágenes impublicables, que se filtraron para malsano interés del mundo entero.
Es obvio que el realizador explota la ducha hemática que ocurrió en noviembre del 2008 dentro del reputado hostal asiático. La cámara se regodea al mostrar, con insistencia provocadora y por momentos insoportable, cómo los monstruos adoctrinados descargan sus armas sobre inocentes inermes. Los espantosos estruendos que van acompañados de muerte, retumban en el interior del hotel, mientras las víctimas dejan esta vida entre la barbarie que no consiguen entender.
Pero, más allá de la brutalidad de las imágenes, está un evento que no debe ser olvidado y que, gracias al film, tendrá un eco permanente en la memoria de la humanidad. La historia imagina como fueron los hechos, y los cuenta, mayormente, desde el punto de vista de los huéspedes y el personal del hotel. Juntos hacen equipo para escapar de los pistoleros que, como en un infernal videogame, van recorriendo cada nivel del edificio, hurgando los cuartos, para buscar presas y darles muerte.
Dev Patel, en otra de sus refinadas actuaciones, se convierte en uno de los héroes inesperados, como un mesero diligente que cumple, más allá de su deber, con el slogan del hotel: aquí el huésped es un dios. Bajo esa encomienda, se queda a ayudar a los rezagados para organizar el improbable escape.
Armie Hammer y Jason Isaacs, por su parte, forman parte de los huéspedes quienes, desde temperamentos opuestos, idean la manera de sobrevivir, dispuestos a pagar el más alto de los precios en el nombre de las personas que los rodean.
Y en medio de todo el caos de destrucción y sangre, queda un enorme sentimiento de coraje, por la inoperancia del sistema contraterrorista en el país donde ocurre la tragedia. Un líder siniestro, que se encuentra más allá de las fronteras, guía tranquilamente el operativo a través de llamadas de teléfono celular. Mientras, las autoridades no consiguen ponerse de acuerdo para enviar, desde otra ciudad, y a horas de distancia, un equipo especial para que neutralice a los pistoleros. Ese día hubo ataques coordinados en otros puntos de la ciudad.
Al final, lo que queda de Hotel Mumbai es un drama documental muy parecido a una película de desastres. Narrada con excelente ritmo y presentada con una contundencia demoledora, permanece en la memoria, mucho después de los créditos finales.
Es una película trepidante, difícil de ver, pero muy precisa sobre hechos que sólo confirman que la maldad acecha en cualquier lugar, y es alimentada por los más absurdos motivos.