No es broma: con sangre, esta familia hizo una fortuna de más de 3 mil millones de dólares

Los Grifols tienen un negocio muy particular, el cual da dinero a la gente por algo básico para la supervivencia: su plasma.
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Harry Lee Armstrong está casi quebrado. Pero ha encontrado una manera rápida de ganar un poco de dinero. Se llama ‘plassing’.

Despedido de su trabajo de construcción, Armstrong ha conducido a un centro de donaciones donde se cosecha un valioso producto global: el plasma dorado de la sangre humana.

Enclavado entre un consultorio dental y una licorería en un centro comercial de Pensilvania, el lugar apenas parece una rueda dentada del comercio internacional.

Pero eso es precisamente lo que es: parte de una corporación remota que recauda cientos de millones al año, gracias en gran parte a personas en apuros como Armstrong.

De hecho, el negocio del plasma sanguíneo es tan bueno en estos días que la familia detrás de esta empresa, Grifols, con sede en Barcelona, ha acumulado una fortuna de 3 mil 800 millones de dólares, según cálculos de Bloomberg. La familia Grifols declinó hacer comentarios.

Durante la última década, a medida que la demanda internacional de plasma se ha disparado y muchos estadounidenses tienen dificultades para llegar a fin de mes, la recolección de plasma en territorio estadounidense ha crecido a más del doble, de acuerdo con Plasma Protein Therapeutics Association, que representa a la industria.

Grifols está aprovechando. Las acciones de la empresa han subido 37 por ciento en el último año, casi cuatro veces más que el índice IBEX 35 de España.

Después de una serie de adquisiciones en las últimas dos décadas, Grifols administra 220 centros de recolección en al menos 32 estados, una cuarta parte del total de EU.

La empresa publicó ingresos netos de 596.6 millones de euros (653 millones de dólares) para 2018. La división de biociencias de la compañía, que administra centros de donación en Estados Unidos y procesa el plasma recolectado en medicamentos para la venta, generó más de las tres cuartas partes de sus ingresos de 4 mil 490 millones de euros.

Para millones de personas, muchas de ellas pobres o subempleadas, el efectivo en la mano vale una aguja en el brazo. En este lunes gris, Armstrong recibió 70 dólares por casi un litro de plasma.

“Tenemos que pagar las cuentas, comer”, señaló Armstrong, apoyándose contra su automóvil en el estacionamiento fuera del centro de Grifols.

Sobre el pago por su plasma, dice: “Pondrá gasolina en el auto”.

El plasma es la porción líquida de la sangre y tiene una amplia variedad de usos médicos.

Los medicamentos derivados del plasma se usan para tratar dolencias como la hemofilia y son prometedoras para retrasar la progresión del Alzheimer. También es un gran negocio y, a veces, polémico. Los médicos están de acuerdo en que donar plasma es seguro, pero la frecuencia adecuada es tema de debate.

También está en cuestión si las empresas deberían pagar a los donantes o ‘plassers’, como se les conoce en el comercio. Estados Unidos, Alemania y China se encuentran entre los únicos países donde el pago es legal.

Grifols y varias otras compañías han construido lo que los analistas caracterizan como un oligopolio global. La idea central del modelo de negocio es que alentar a las personas a vender plasma está perfectamente bien. Los donantes quieren el dinero, continúa el argumento, y su plasma finalmente conduce a productos que salvan vidas para todos.

Aún así, los estudios han encontrado que los centros de recolección de plasma están ubicados de manera desproporcionada en áreas de bajos ingresos. Los críticos destacan que la industria se está aprovechando de los pobres.

“Es intencional”, asegura Heather Olsen, investigadora en un estudio de la Universidad Case Western Reserve sobre el negocio del plasma.

Algunos donantes pueden estar de acuerdo. Pero muchos de ellos solo necesitan el dinero.

Armstrong encontró el centro Grifols por el ‘boca a boca’. Otro más cerca de su casa, dirigido por uno de los competidores de Grifols, CSL de Australia, estaba lleno.

La gente entra y sale. Un operador de montacargas dona semanalmente para ganar dinero divertido. Un pintor retirado está complementando su Seguridad Social.

El donante de Grifols, Hunter Tini, mencionó en enero que vende su plasma en las pausas para el almuerzo y a menudo pasa el tiempo escuchando audiolibros como El señor de los anillos. Tiene 80 mil dólares en deuda estudiantil, por lo que el dinero extra le es útil, afirma.

Emiliano Montero, de 22 años, cuenta que recientemente consiguió un puesto en el que gana 11 de dólares por hora, después de años de hacer trabajos ocasionales ‘bajo cuerda’.

Ahora, ya no es elegible para recibir asistencia alimentaria del Gobierno, por lo que también está donando plasma. Cuenta que está viviendo en su Honda Civic mientras cuida a sus hermanas. Montero expone que no menciona sus ganancias por el plasma a sus amigos.

“Simplemente hiere un poco mi orgullo”, comenta. “Creo que tienes que hacer lo que tienes que hacer”.

Fundada en Barcelona en 1940 por los hermanos José Antonio y Víctor Grifols Lucas, Laboratorios Grifols comenzó a desarrollar vacunas y tecnología de transfusión de sangre entre una población empobrecida por la guerra civil y aislada internacionalmente por el régimen de Franco.

José Antonio fue pionero en la técnica de plasmaféresis en 1950. Al separar el plasma, la parte de la sangre rica en anticuerpos y proteínas en la que flotan los glóbulos blancos y rojos, y volver a infundir los glóbulos rojos, Grifols descubrió que los donantes podían donar con mayor frecuencia y sin efectos secundarios.

Hoy, Grifols se encuentra entre las tres compañías que dominan el mercado global de plasma. Sigue siendo un negocio familiar, dirigido por los codirectores ejecutivos Raimon Grifols Roura, el hijo del cofundador Víctor, y su sobrino, Víctor Grifols Deu.

También se ha mantenido fiel a la ciudad de su creación. Durante una rara aparición pública en 2014, el presidente de Grifols, Víctor Grifols Roura, expresó su apoyo a la independencia catalana, informó Reuters en ese momento.

Cuando la crisis constitucional catalana alcanzó su punto máximo en 2017, Grifols Roura mantuvo su empresa con sede en Barcelona, mientras al menos otras seis grandes empresas españolas, temerosas de una declaración de independencia unilateral, se mudaron.

La fortuna de la familia Grifols se comparte entre los hijos de los cofundadores Víctor y José Antonio. Nuria Roura Carreras, la viuda de Víctor, también posee importantes participaciones y el mayor patrimonio neto individual de la familia: más de 900 millones de dólares.

Grifols reconoce su dependencia de los estadounidenses de bajos ingresos. En su informe anual de 2018, la compañía señaló lo que podría parecer un riesgo inusual para un negocio: las personas de las que depende podrían mejorar económicamente.

“Las mejoras en las condiciones socioeconómicas en las áreas en las que se encuentran nuestros centros de recolección de plasma y los de nuestros proveedores podrían reducir el atractivo de los incentivos financieros para los posibles donantes”, escribió la compañía.

                                                         
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