Este micronutriente puede contribuir a mejorar el bienestar mientras se atiende médicamente a la persona
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El dolor crónico y la inflamación de las articulaciones afectan a millones de personas, alterando de forma considerable la calidad de vida.
Las causas de estos problemas son variadas, desde lesiones hasta enfermedades autoinmunes, y la ciencia ha comenzado a destacar el papel de la vitamina D como posible aliada en el alivio de estos síntomas, lo que abre nuevas perspectivas en el tratamiento del dolor y la prevención de afecciones articulares.
La inflamación articular ocurre cuando el sistema inmunitario o un tejido dañado libera sustancias químicas que provocan una respuesta inflamatoria en la articulación. Este proceso puede limitarse a una sola articulación, como sucede tras una lesión, o extenderse a varias, especialmente en el contexto de enfermedades crónicas.
Entre las causas más frecuentes se encuentran las lesiones, la artritis inflamatoria —que abarca patologías como el lupus, la artritis reumatoide y la esclerosis sistémica—, las enfermedades autoinmunes y las infecciones. En el caso de la artritis séptica, una infección puede llegar a la articulación a través del torrente sanguíneo, lo que requiere atención médica inmediata para evitar daños permanentes.
Cómo saber si tengo una lesión articular
Los síntomas de la inflamación articular suelen ser claros: dificultad para mover la articulación afectada, hinchazón, dolor localizado o irradiado, enrojecimiento y sensación de calor en la zona. En ocasiones, el dolor puede modificar los patrones de movimiento, generando molestias en otras áreas del cuerpo. Cuando estos síntomas persisten o se acompañan de fiebre, es fundamental consultar a un profesional de la salud, ya que podría tratarse de una infección o de una enfermedad inflamatoria crónica.
El abordaje terapéutico de la inflamación articular depende de la causa subyacente. Lesiones menores suelen mejorar con reposo, hielo, compresión y elevación, mientras que las más graves pueden requerir intervención médica o quirúrgica. Los medicamentos antiinflamatorios no esteroideos (AINE), analgésicos, inyecciones de corticosteroides y la fisioterapia forman parte del tratamiento convencional. Además, algunos pacientes recurren a terapias complementarias como masajes, acupuntura o baños de sales de Epsom, aunque la evidencia sobre su eficacia es variable. En todos los casos, la supervisión médica es esencial, especialmente si los síntomas no mejoran o empeoran.
La vitamina D ha cobrado relevancia por sus múltiples funciones en el organismo. Más allá de su papel tradicional en el metabolismo óseo, se reconoce su importancia en la modulación del sistema inmunitario y en la regulación de procesos inflamatorios. Prácticamente todas las células y tejidos del cuerpo cuentan con receptores para la vitamina D, y tanto las células inmunes como las neuronas pueden producir su forma activa localmente. La deficiencia de esta vitamina es común, sobre todo en personas con dolor crónico, quienes suelen tener menor exposición solar y una dieta pobre en alimentos ricos en vitamina D.
La evidencia científica respalda la función inmunomoduladora de la vitamina D, que regula la producción de citoquinas antiinflamatorias y protege frente a enfermedades autoinmunes e inflamatorias. Se ha observado que niveles bajos de vitamina D se asocian con mayor sensibilidad al dolor y un impacto negativo en tejidos como el sistema nervioso central, el sistema endocrino y el sistema inmune. Además, existe una relación entre la deficiencia de vitamina D y un mayor riesgo de mortalidad.
Diversos estudios han explorado la relación entre la vitamina D y el dolor crónico. Una revisión reciente que incluyó a 3.436 participantes demostró que la suplementación con vitamina D produjo una reducción significativa del dolor en comparación con el placebo, tanto en casos de dolor generalizado como localizado. En el ámbito de la osteoartritis, la literatura científica destaca los beneficios de la vitamina D en la salud musculoesquelética y la importancia de mantener niveles adecuados de 25-hidroxivitamina D en sangre.

