*Tal actividad movió las emociones de los trabajadores municipales quienes “en lo corto” comentaron que jamás en su vida se hubieran imaginado tener que hacer “eso” por conservar su trabajo. “Me siento muy mal, tengo ganas de vomitar” dijo uno de ellos ante la cara de azoro de los demás que también estaban turbados.
*Investigadores de este tema, refieren, que una cruz al lado de infinidad de carreteras es un testigo mudo de algún accidente mortal, que se convierte en un símbolo para muchos mexicanos que pretenden mantener vivo el recuerdo de sus seres queridos. Es allí, “donde dio su último suspiro”. Se intenta de esta manera, capturar el espacio como lugar simbólico que de algún modo retiene la vida.
Por Paty Aguilar
Imposible olvidar en este Día de Muertos 2018, al ex alcalde de Bahía de Banderas, Nayarit, Héctor Paniagua Salazar, cuando el 1 de febrero del 2010, mando quitar las cruces que a lo largo de la carretera 200 familiares de fallecidos en accidentes viales colocan en el lugar donde perdieron sus vidas, entonces, los trabajadores del V Ayuntamiento, por no perder sus empleos, tuvieron que hacerlo “Me siento muy mal, tengo ganas de vomitar” dijo uno de ellos ante la cara de azoro de los demás que también estaban turbados. El argumento del ex presidente municipal, fue que se veían muy “feas”, otro trienio más de gobernante y hasta los panteones desaparece.
Cuando los empleados del V Ayuntamiento llegaron a la capillita que está al pie del puente a desnivel de acceso a la comunidad de Jarretaderas, donde en un trágico accidente fallecieron tres jóvenes que venían de Guadalajara a entregar mercancía a una empresa de Puerto Vallarta, literalmente pidieron a Dios que ya amaneciera para al menos por esa noche evitar quitarla del lugar, tal y como lo había ordenado Paniagua y en efecto, así fue, Dios los escuchó, la tenue luz del sol empezó a aparecer y los trabajos se suspendieron.
Cabe mencionar que precisamente fue durante la celebración del Día de Muertos del 2009, cuando los familiares de estos jóvenes provenientes de Guadalajara, limpiaron el área y colocaron ahí una capillita con sus respectivas tres cruces, por cierto, en mármol.
Lo anterior, lo informamos aquel día 1 de febrero 2010.
Sin embargo, esta costumbre es parte de nuestra cultura, es por ello que en este 2 de noviembre 2018, Día de los Muertos, realizamos un recorrido desde San Juan de Abajo, donde tiene su domicilio, el ex alcalde, Paniagua Salazar, hasta Mezcales, luego a Bucerías y de ahí hasta Jarretaderas, límite del municipio que colinda con el Río Ameca y el municipio de Puerto Vallarta, Jalisco, con la finalidad de recordar a esas personas que de manera trágica perdieron sus vidas en accidentes viales y donde encontramos 25 cruces alusivas.
También en aquel entonces, dimos a conocer lo que significa esta costumbre en nuestro país:
Una costumbre de los mexicanos católicos que data desde la época de la Colonia, según refiere la escasa literatura que sobre el tema encontramos en Internet. Se dice, que poner cruces en el lugar donde mueren las personas de forma trágica, se inició como una forma de adoctrinamiento que usaron los españoles para inculcar el cristianismo y la necesidad de simbolizar el descanso del alma de las infortunadas personas fallecidas de esta manera.
Investigadores de este tema, refieren, que una cruz al lado de infinidad de carreteras es un testigo mudo de algún accidente mortal, que se convierte en un símbolo para muchos mexicanos que pretenden mantener vivo el recuerdo de sus seres queridos. Es allí, “donde dio su último suspiro”. Se intenta de esta manera, capturar el espacio como lugar simbólico que de algún modo retiene la vida.
El espacio donde se muere en forma violenta se convierte en espacio sagrado, simbólico, escenario de las visitas rituales. Completamente opuesto es el espacio donde se muere de forma natural: la cama de un hospital o la cama hogareña, o cualquier otro lugar donde un infarto sorprende al ser humano.
Las capillitas o cruces son espacios simbólicos, escenario de rituales destinados a lograr que el difunto “descanse en paz”, evitar que vivan “en pena” e impedir que el alma del difunto ande molestando o espantando a los vivos. La relación ritual con el difunto es completamente distinta a la que se establece con alguien que ha muerto en forma natural y que está sepultado en un cementerio.
El hecho de que las capillitas o cruces se construyan en lugares donde ocurre la muerte pero donde nadie yace enterrado, revela que el culto está destinado al alma y que la visita no es, como en el cementerio, al lugar donde yace el cuerpo.
Explican que esto refuerza la dualidad alma/cuerpo de tan larga tradición en diferentes culturas. Mientras los dos principales componentes del macro ritual funerario, el velorio y el entierro, están centrados en el cuerpo (Finol y Djukich de Nery 1998), el ritual aquí estudiado gira en torno al alma. Es única y exclusivamente el espíritu del difunto el que es semióticamente actualizado a través de las capillitas y de los rituales asociados con ellas. Angelina Pollak-Eltz, señala que “en todo el territorio nacional es costumbre colocar una cruz a la orilla de una carretera, en el lugar donde ocurrió un accidente fatal”.
Concluyen los investigadores que la construcción y colocación de capillitas o cruces en las orillas de las carreteras y los ritos que los familiares cumplen ante ellas, constituyen un componente fundamental de las prácticas funerarias en México y también en varios países de América Latina. Incluso, en el estado de Nuevo México en los Estados Unidos se encuentran monumentos similares. Como se recordará, esta parte de Estados Unidos pertenecía a México.
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