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Desde 2006, cuando el cáncer de mama se convirtió en el de mayor frecuencia entre las mujeres, cada vez hay más personas con este mal. Y luego de dos años de pandemia de covid-19, la observación médica ha detectado tumores más grandes y extendidos en otros órganos y con muy pocas o nulas posibilidades de control.
Es una situación grave, pero el impacto en la población podría reducirse con una estrategia nacional que garantizara el diagnóstico oportuno y el acceso rápido a la atención médica, afirmó Claudia Arce Salinas, especialista del Instituto Nacional de Cancerología (Incan).
Explicó que antes de la emergencia sanitaria por el coronavirus, 10 por ciento de los tumores mamarios se diagnosticaban en el Incan en etapa metastásica, es decir, extendido a otros órganos (pulmón, hueso, intestinos), y ahora el porcentaje se ha incrementado a 23.
En tanto, los tumores localmente avanzados, con afectación en ganglios linfáticos y/o subclaviculares (en los que se concentran entre 60 y 70 por ciento de los diagnósticos del Incan), antes del covid-19 se detectaban con 3 centímetros de diámetro y actualmente se descubren cuando ya tienen 8 centímetros. “Es algo muy grave”, insistió la médica oncóloga.
Aunque con los tratamientos disponibles se logran controlar las neoplasias localmente avanzadas, 40 por ciento de los casos vuelven a crecer. Las mujeres pueden beneficiarse de las terapias más novedosas que han demostrado eficacia para aumentar la sobrevida, pero ese no debe ser el objetivo, aseveró.
La ciencia médica ha avanzado y la neoplasia ya se considera un padecimiento crónico, porque con medicamentos innovadores las pacientes logran una sobrevida de seis o más años luego de haber tenido tumores invasivos en áreas contiguas al seno (localmente avanzados) o con metástasis. Los desafíos siguen siendo múltiples, porque las terapias no están al alcance de quienes los requieren, salvo que lleguen a los hospitales oncológicos o al Incan.
En el instituto (que es un centro nacional de concentración) se observa que las neoplasias más grandes pueden llegar a medir 40 centímetros de diámetro, y las presentan sobre todo mujeres que viven en zonas rurales, explicó Arce Salinas.
En los países en vías de desarrollo, como los de América Latina, hay mayor carga de enfermedad por cáncer de mama. En México es determinante el hecho de que 72 por ciento de los adultos viven con sobrepeso y obesidad. Está demostrado, sostuvo la especialista, que esta condición física aumenta el riesgo de desarrollar tumores malignos.
También se ha identificado que influye la genética, y actualmente se investiga si en la mayor carga de enfermedad incide la pertenencia a etnias latina o afroamericana, porque entre los anglosajones y asiáticos la afectación es menor.
Lo cierto es que mientras en la década de 2010 se reportaban 15 mil nuevos casos de cáncer de mama cada año en México, en la actualidad son 20 mil y la tendencia sigue en aumento.
–¿Qué ha faltado?
–El vacío más grande está en la falta del diagnóstico oportuno. En 2017, la Organización Mundial de la Salud sugirió que en países como el nuestro, que no tienen infraestructura suficiente para que todas las mujeres se realicen un estudio de mastografía de tamizaje, el foco de atención debería ponerse en el diagnóstico y tratamiento oportunos. Que una vez identificada alguna anormalidad en la glándula mamaria, en menos de 30 días las pacientes puedan saber si es cáncer y se dirijan al hospital de especialidad correspondiente.
La Encuesta Nacional de Salud y Nutrición más reciente identificó que la cobertura de mastografías en el país es de 20 por ciento, cuando lo ideal es 80 y que el estudio identifique el tumor cuando aún no es palpable. En esa etapa inicial es posible erradicarlo en 97 por ciento de los casos, aseguró la especialista.