*La cuentista Gabriela Torres Cuerva (Guadalajara, 1965) se despojó de toda…
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Guadalajara, Jal.
La cuentista Gabriela Torres Cuerva (Guadalajara, 1965) se despojó de toda moralidad y juicios de valor para escribir su primera novela, Nunca antes de las cuatro, en la cual una niña y una adolescente conocen el sur de sus cuerpos de la mano de Estrada, un adulto que las utiliza sexualmente de forma continuada y les marca la vida aunque jamás, ni siquiera cuando llegan a mayores de edad, tengan conciencia de haber sido abusadas.
Es una obra maliciosa, un poco perversa y muestra un esquema que si lo estuviéramos viendo en teatro tal vez nos iríamos antes de que terminara la obra un poco asqueados, porque no nos gustaría ver a un tipo que abusa y aparte no hay tal conciencia del abuso por alguno de los tres, explica la escritora en entrevista con La Jornada.
Prepara segunda novela
Gabriela Torres Cuerva (en realidad es Torres López, pero eligió Cuerva porque es un apodo que le dieron en su familia desde niña) dice haber sido tocada por el género de la novela luego de muchos años de dedicarse al cuento, al grado que ya prepara una segunda obra.
“Quise poner los personajes al límite, mostrar el hecho de que las dos mujeres cuando ya son adultas tienen al hombre de su vida, tienen el entusiasmo puesto en él en todos los sentidos, siguen teniendo esa conexión con él, la búsqueda desesperada por asirlo por un minuto si es posible o por toda la vida.
“Es algo incomprensible y lo sé, pero también sé que llevarlos a este extremo nos muestra a los niños desamparados que son aquellos que aun cuando tienen un adulto cerca –el padre, la madre– es como si no lo tuvieran, que era mejor no tenerlo y tal vez por sí mismos se hubieran dado cuenta de más cosas.”
Esa obra, publicada por el sello independiente Paraíso Perdido, junto a otro libro de cuentos (Hombres maltratados), recientemente salió a la venta y para dejarla muy claro por el tema, Torres Cuerva dice que siempre ha estado en contra del abuso, en cualquiera de sus versiones, contra mujeres, hombres y especialmente niños.
Si tengo una causa social son las niñas y me ha tocado trabajar mucho con mujeres (enseña métodos de escritura literaria) y me han dejado ver a las niñas que fueron. De ahí surge esta novela, es como un impulsor, algunos fragmentos de sus vidas, explica.
Con maestría en literaturas comparadas, la escritora comenzó en 2000 un proyecto, escribir para quienes no escriben, el cual aglutina a 10 narradores esparcidos por el mundo hispano.
Esa iniciativa, prosigue Gabriela Torres, le deja para vivir más o menos bien, porque como situación generalizada entre los escritores, del cuento o la novela no se vive.
–El tránsito del cuento a la novela es siempre un salto triple sin malla protectora. ¿Cómo lo consiguió?
–Fue complicado, me costó mucho trabajo y más por el tema que me llevó al fondo del océano, donde nada se ve, todo está oscuro. Si quieres escribir cuento, pues hazlo, pero no por tantos años, hay que alternar.
Me costó mucho porque era como mi raíz de todo lo que había hecho y escribir novela me costó porque tuve que regresar muchas veces a mi mapa inicial; el final lo tenía muy claro, pero para la configuración de toda la historia hice un ejercicio de notas esquizoides para llegar adonde quería.
–¿Cayó en la tentación de hacer cuentos dentro de la novela?
–Por supuesto que hago esa trampa. Cada capítulo de la novela es un relato que tiene un final por sí mismo, que se resuelve de algún modo y podrías leerlo de manera independiente.
–Resuelta su alternancia entre cuento y novela, ¿hacia dónde quiere llevar su literatura?
–Me planteo la posibilidad de hacer causa social con mi literatura, algo que no había hecho antes, pues todo era ficción, buscar la calidad narrativa, estrategias interesantes, lúdicas, que dieran un poco de enigma y que tuvieran sorpresa. Me sigue preocupando un trabajo literario bien hecho, pero por primera vez, con esta novela, me planteo la posibilidad de hacer algo en favor de las niñas, una de mis preocupaciones.
Con atmósferas y personajes apenas definidos, pese a la fuerza en las historias, Torres Cuerva se dice admiradora de cuentistas como Rafael Bernal y Francisco Tario, dos clásicos mexicanos; del brasileño Rubem Fonseca, quien es una artimaña lúdica de la que también alimento un poco mis cuentos, Juan Rulfo, Agustín Yáñez y Richard Ford.
Desde 2004 de forma intermitente e itinerante, a veces incluso en línea, ha dirigido el taller de cuento Letras tintas y eso le ha permitido tener un panorama muy completo de la literatura que se crea en México, la cual está llena de lujos y joyas poco conocidas que necesitamos mostrar para el goce de los lectores.
(La novela Nunca antes de las cuatro, de Gabriela Torres, será presentada hoy a las 20 horas en el ex convento del Carmen, en el centro de la capital jalisciense.)