Uno de los eclipses más prolongados de la historia fue visto por más de 50 millones de mexicanos hace 33 años
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Los eclipses son grandes acontecimientos astronómicos que, en épocas recientes y gracias a la observación científica, suelen ser esperados con ansiedad por millones de personas en todo el mundo.
El que sucederá el próximo 8 de abril no es la excepción. Aunque solo se verá a plenitud en algunos estados del norte del país, miles de personas esperan su llegada con especial atención.
También ha servido como pretexto para recordar otros fenómenos de este tipo que se han vivido en el país. Uno de los más recordados es, sin duda, el ocurrido el 21 de julio de 1991, el cual pudo apreciarse desde Baja California Sur hasta Chiapas.
La gran franja que abarcó permitió que la penumbra se percibiera en distintos puntos del país casi por tres horas, siendo visible en la Ciudad de México por más de seis minutos, lo que lo hace uno de los más largos en el país.
¿Cómo se vivió el eclipse del 91 en México?
Semanas antes del evento astronómico, se vivió una gran expectación entre la población, quienes se informaban a través de la televisión, donde numerosos expertos intentaban derribar mitos alrededor del eclipse.
De acuerdo con cifras oficiales, se calcula que alrededor de 50 millones de mexicanos pudimos observar ese fenómeno en espacios como la plancha del Zócalo capitalino, zonas arqueológicas como la de Teotihuacán o en observatorios al interior de la república.
La expectativa fue tal que incluso en la armadora Volkswagen de Puebla se fabricó el Golf Eclipse, una versión especial del popular auto de la firma alemana, el cual se ofrecía en tonos negro ónix y plata y fue lanzado para conmemorar el evento astronómico.
Los lentes especiales para ver el eclipse se volvieron un objeto de deseo, pero muchos vieron el fenómeno de forma indirecta, mediante reflejos del agua en cubetas o con cartulinas recortadas exprofeso.
El día que la Ciudad de México se oscureció
El eclipse total de sol fue perceptible en la capital del país a las 13:21 horas del 21 de julio de 1991. Una noche antes, durante la conferencia de prensa organizada por las autoridades de la época, los fuertes vientos y cielos nublados no hacían pensar en que se pudiera ver a plenitud.
Sin embargo, al día siguiente las condiciones mejoraron y se pudo disfrutar en toda su magnitud. Los animales domésticos, como perros, gatos y gallinas, comenzaron a comportarse como si en verdad se tratara de la noche.
Aunque muchas iglesias cerraron sus puertas, no era difícil escuchar los rezos de la gente en las calles cuyo tránsito vehicular se congeló por los 6 minutos y 52 segundos que duró el evento en la capital.
Al final, el repique entusiasta de las campanas de la Catedral y el regreso de la luz del sol marcaron el término del evento astronómico, que marcó a las millones de personas que lo presenciaron.
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